La Leyenda de la Magdalena: ¿Que hay de verdad?
A modo de Prólogo:
Con el estudio de la arqueología y antropología los investigadores han descubierto que muchas leyendas y mitos, contados de generación en generación encierran una parte de verdad y así muchos mitos que hasta hace poco no dudábamos que eran tales como la Atlántlda de Platón, la Guerra de Troya cantada por Homero en su Iliada o la leyenda de la fundación de Roma por Rómulo y Remo, por poner unos ejemplos de los más significativos, ya son menos leyenda al ir sacando a la luz, los estudios arqueológicos, las pruebas de que en lo esencial han podido ser realidad.
Dice Santos Bozal Casado en su libro “El toro de Viandar” que “los veratos tienen una fantasía prodigiosa, pues aquí la imaginación suple a la experiencia”. Leyendas como ésa de Viandar o la Serrana de la Vera de Garganta, el Peropalo de Vlllanueva, el Judas de Torremenga , el Boo de Pasaron o su homólogo el Jarramplas de Piornal pueden ser catalogados como ritos y catarsis colectiva de la España mágica.
Sin embargo la leyenda de la Magdalena que aquí traemos no pertenece a la categoría de las anteriores ya que podríamos considerarla como “histórica” aunque a ella se le hayan añadido habitualmente elementos que entran en contradicción con la verdad histórica. Así en el siglo XIX D. Leandro Herrero recogió parte de esa tradición oral y compuso una de las novelas más románticas que se han escrito en estas tierras extremeñas: “El monje del Monasterio de Yuste” y cuyos protagonistas son la nieta del señor de Pasaron, y Jeromín, el rubio doncel imperial con quien andando el tiempo, habrían de soñar todas las mujeres de Europa, pero que a pesar de su encanto lírico indiscutible, entra en absoluta contradicción con la verdad histórica.
De ahí que el propósito de los autores de esta adaptación teatral: Luis Guridi y Álvaro López Quintana fue desde un principio documentarse históricamente y tratar de que la nueva versión se ajustara lo máximo posible a la verdad histórica, propósito que hay que agradecer pues de esta forma la leyenda hunde sus raíces en hechos tangibles y probables, y vuelve a situar lo acontecido en el lugar que le corresponde, no dejando ninguna duda de que si hubo verdad en la leyenda, esa sucedió en el palacio de los condes de Osorno de Pasarón de La Vera.
Nuestro propósito es también acercamos pues a esta parte verosímil de la leyenda y rastrear los elementos y pruebas que puedan fundamentarla históricamente. Vayamos por partes:
1º.- La familia de los Manrique de Lara en sus dos vertientes estuvieron siempre al lado de la Emperador, en especial D. Garci-Femández Manrique de Lara, III conde de Osorno, empezando por la guerra de las Comunidades y luego toda su vida en la corte la dedicó a servirle en los muchos y altos cargos que ejerció; así como también su esposa María de Luna en este caso al servicio de la Emperatriz. Pues bien a partir de 1531 ambos comienzan la construcción de un bello palacio renacentista en Pasarón de La Vera para gozar en su retiro de las bondades de estos parajes veratos, inundados sus montes y laderas de frondosos castaños cuyo fruto era el principal recurso de sus habitantes. Este matrimonio será fundamental para explicar la presencia posterior del Emperador en estas tierras, aunque mueren antes del retiro del Emperador. Posteriormente serán sus hijos: Uno D. Pedro convertido ahora en el IV Conde de Osorno y con anterioridad capitán de la guardia personal del Emperador y el otro D. Alonso que viajó constantemente con el séquito del Emperador como maestresala y que reside ahora en el palacio de Pasaron para seguir ofreciéndole sus servicios a pesar de que una vez llegado a Yuste el emperador licencia a casi todos ellos. Allí en el palacio de Pasarón pasarían los veranos, huyendo del calor meseteño, su numerosa prole y probablemente también su sobrina Magdalena, protagonista de nuestra historia, cuya madre, de igual nombre, se había criado con ellos como una hija más muerto su padre antes de ella nacer.
2º.- Ya tenemos pues localizada históricamente a Magdalena, nos queda saber algo más del otro protagonista: Jeromín. Sabemos que en el verano de 1558 el emperador pide a su mayordomo D. Luis Quijada que se traiga consigo de su villa de Villagarcia, en Valladolid, a su esposa doña Magdalena de Ulloa y a su pupilo Jeromín quedándose los tres en Cuacos en modesta casa que hoy conserva este pueblo.
Sin embargo no sabemos con certeza el año de su nacimiento, que es esencial para la viabilidad de la leyenda, pues mientras unos historiadores apuntan a febrero de 1545, otros lo retrasan a 1547 dos años mas tarde. Existen evidencias indirectas para inclinarse por 1545 y no en 1547, entre ellas que una vez instalado en Leganés desde 1550 fuese a pié a la escuela en Getafe a 4 kilómetros de Leganés con tan corta edad. Por otra parte una vez Instalado en la Corte y convertido ya Jeromín en D. Juan de Austria fuese enviado a estudiar a Alcalá de Henares Juntamente con su sobrino el príncipe D. Carlos, y su primo Alejandro Farneslo, nacidos ambos también en este año de 1945 y encargándole el rey Felipe II la custodia o vigilancia del príncipe por sus comportamientos excéntricos. Es difícil entender que se encomendara la custodia a una persona dos años más pequeña. Hay otras evidencias como el retrato que hace de él Sánchez Coello de 1562 que se conserva en las Descalzas Reales, que nos presenta a un Joven apuesto y de presencia varonil difícil de entender en un adolescente de apenas catorce años. Así como también el hecho de encomendarle el rey sofocar la rebelión de las Alpujarras en 1568 a una edad muy temprana para tomar tan difíciles decisiones y luego, tres años más tarde, nada más y nada menos que el puesto de capitán general en Lepanto en 1571. Creemos igualmente que la biografía oficial más fiable sobre D. Juan de Austria es la de Vander Hammer por haber sido escrita a los pocos años de su muerte, autor que como el mismo dice “asisto, vivo y me crié en la corte y con relaciones ciertas”; el cual señala que fue en 1545 especificando además lugar, día y hora del nacimiento. Tendría pues el joven Austria en el verano de 1558 sobre 13 primaveras aunque su gallarda presencia hacían plenamente varonil su adolescencia. Así se expresa D. Luis Quijada en 1559 “la persona que está a mi cargo se haya con salud y a mi parecer va creciendo y esta de harta buena disposición para la edad qué tiene”.
3º.- La otra persona que sirve de nexo de unión entre ambos protagonistas de la leyenda creemos que es otro hombre de armas: D. Luis de Ávila y Zúñiga, marqués consorte de Mlrabel, que se queda en su palacio de Plasencia una vez abdicado el Emperador, al cual visita asiduamente en Yuste. Gozó siempre de la absoluta confianza de Carlos V hasta el punto que Carlos habla de él como “testigo de mis pensamientos“ y … “secretos” añado de mí cosecha, como ser seguramente uno de los pocos conocedores de la ascendencia de Jeromín. Sabemos que ambos D. Luis y Jeromín, a pesar de la diferencia de edad, entablaron en Yuste una buena relación, bien por propia iniciativa de D. Luis de Ávila o por consejo del Emperador para tener cercano a su hijo. Su padre adoptivo: D. Luis Quijada estaba dedicado plenamente al servicio del Emperador como mayordomo real, sin la posibilidad de dedicarle el tiempo necesario, labor que haría gustoso D. Luis de Ávila, que era un hombre del Renacimiento como Garcilaso de la Vega “que lo mismo manejaban lo pluma que la espada’”. Se sabe que aparte de historiador era poeta y de trato amable. La prueba de esta amistad que se fraguó entre ambos, la tenemos en una carta que ya adulto le escribe D. Juan de Austria a D. Luis de Ávila, recordándole “lo bien que se lo pasaron ambos en Yuste”. Este dato lo consideramos esencial para comprender el desarrollo de la leyenda.
D. Luis de Ávila acompañaría a Jeromín a visitar a los nobles más cercanos a Yuste, como a su compañero de armas D. Alonso en Pasarón, pues ambos habían dedicado su vida íntegramente al servicio del Emperador y por tanto habían pasado juntos gran parte de su existencia activa. Y en su casa o palacio de Pasaron conocería Jeromín a la numerosa prole de chicos y chicas que componían la familia de D. Alonso, entre los cuales se encontraría posiblemente nuestra Magdalena. De la amistad que existía entre D. Luis y D. Alonso y su hermano Pedro, por si hubiera alguna duda, tenemos a la vista una prueba tangible en una hermosa ara romana que hay en el pensil del palacio de Mirabel en Plasencia, tal vez la mas hermosa de las muchas que hay, ya que está adornada con el relieve de un niño abrazado a una oca, con caracteres griegos y latinos, y en cuya parte posterior grabado en castellano se especifica que es un regalo que le ha hecho el Conde de Osorno, conocedor éste de las cultas aficiones de D. Luis.
Ya tenemos pues a Jeromín relacionado a través de D. Luis con la familia de los Manrique de Lara en Pasaron y de ahí que es muy verosímil que entre el muchacho y nuestra Magdalena brotase el amor; claro está, uno de esos amores adolescentes, feroces y fugaces por el instinto cuando éste empieza a despertar. La elevación de Jeromín, una vez muerto el Emperador, a miembro de la familia real otorgándole honores dignos de un infante y a partir de ahí la encomienda de altas misiones guerreras, terminarían por apagar cualquier recuerdo amoroso. Su galanura y éxitos guerreros le convinieron en el hombre mas deseado de Europa y se le conocen múltiples relaciones amorosas. Por otro lado nuestra pobre Magdalena terminaría sus días de monja en el monasterio de Santa Clara de Cuenca de Campos, por cierto muy cercano a Villagarcía, la residencia de la otra Magdalena, a la que D. Juan siempre consideró su verdadera madre y parece ser que en su lecho de muerte expiró nombrándola. Nosotros creemos esto, pero si la leyenda es cierta y por aquello de que él primer amor no se olvida, nos asalta la duda de si la Magdalena que nombraba D. Juan al morir era su primer amor.
- José Antonio Sánchez Prieto