Los señores de Pasarón: D. Garci-Fernández Manrique de Lara y su mujer María de Luna, decisivos para la elección de Yuste como retiro del Emperador
Podíamos preguntarnos, ¿por qué eligió el Emperador el modesto monasterio de Yuste para su última residencia?
Hasta ahora no hay datos documentales para esta respuesta. Sin embargo, la mayoría de los historiadores se inclinan especialmente por Luis de Ávila y Zúñiga, que se crió con él, le acompaña a todas partes y es en palabras del propio Emperador “testigo de mis pensamientos”. Era natural de Plasencia, donde tenía el llamado palacio de Mirabel. Si hay pocas dudas de esta influencia, ¿qué podremos decir del matrimonio de D. Garci-Fernández y su mujer María de Luna, que tenían tanta o más influencia por sus cargos que D. Luis de Ávila? Si este tenía su palacio en Plasencia, este matrimonio lo tenía en Pasarón a dos leguas del monasterio y lindante con él su señorío por Garganta la 0lla. Daremos algunas claves que nos servirán para acercarnos a la solución de este todavía no resuelto interrogante. Veamos de forma breve quienes eran estos dos personajes.
D. Garci-Fernández Manrique de Lara era el III Conde de Osorno, señor del ducado de Galisteo y primer señor de Pasarón, Torremenga y Garganta la Olla de esta familia desde 1531. Excepto en sus años mozos, en los que intervino en la toma de Navarra y en las de las Comunidades, el resto de su vida la pasó en la corte junto al Emperador formando parte de su Consejo de Estado y presidente del Consejo de la Orden de Santiago, y desde 1532 también presidente del Consejo de Indias, por fallecimiento de su titular García de Loaysa. Como miembro del Consejo de Estado asesoraba, en ausencia del Emperador, primero a la Emperatriz Dña. Isabel de Portugal y, muerta ésta, al príncipe Don Felipe, hasta su muerte ocurrida en 1546.
Dado que la corte no era estable en aquel tiempo les obligaba a trasladarse con ella, primero en Valladolid, donde disponía de una casa-palacio en la corredera de San Pablo; más tarde en Toledo y por último en Madrid en el viejo Alcázar. Es difícil encontrar una persona que ostentara tantos y tan importantes cargos. Aun así acompañó[1] al Emperador cuando acudió a Bolonia a coronarse emperador. De regreso de su viaje a Italia emprende la construcción de dos palacios renacentistas el de Galisteo, hoy desaparecido, y el de Pasarón, que se conserva prácticamente intacto. Este último, casi con la exclusiva finalidad de pasar las temporadas veraniegas en él, y para un posible retiro, pues estaba rodeado de jardines y en cuya decoración intervino también su esposa Maria de Luna, hija de D. Álvaro de Luna. Remodelaron el viejo caserón de caza de los Álvarez de Toledo (I Duque de Alba) y añadieron otro cuerpo de tres alturas perpendicular al anterior más monumental y de sabor plenamente renacentista.
Lógicamente, al estar casi permanentemente junto al Emperador, excepto en sus ausencias, tendría ocasión de narrarle la belleza de estos lugares de La Vera, por entonces inundadas sus laderas de castaños, libres de momento de la enfermedad de la tinta, y de cuyo fruto vivían en gran parte sus habitantes, de robles, de toda clase de frutales, y de abundante caza; y de animarle a que eligiera este lugar, como él había hecho para su retiro y donde él y su mujer habían experimentado sus bondades desde su bello palacio pasaroniego, y puesto que el Emperador quería un monasterio jerónimo en esta zona solo existía de esta orden el de Yuste.
A D. Carlos, según sus propias declaraciones que hizo en Monzón en 1542 al embajador portugués, ya le vinieron los primeros deseos de retirarse del mundo en 1535 y este deseo se acentuó con la muerte de su esposa Isabel, pero como luego manifestó al referido embajador había aplazado su abdicación por la excesiva juventud del príncipe Felipe.
D. Carlos fue madurando esta idea y así vemos que en el año 1543 una comisión recorre, entre otros lugares, las tierras de Extremadura para encontrar el lugar más adecuado, buscando el clima más apacible y descartaron la baja Extremadura alegando que el clima era riguroso. Parece, aunque no hay constancia, que la decisión estaba ya predeterminada o decidida; pues no se vuelve a hablar del tema, hasta poco antes de su abdicación.
Para conocer el grado de influencia que el conde Osorno ejercía sobre el Emperador convendría saber primero a este respecto qué concepto tenía el Emperador de D. Garci-Fernández. En las “Instrucciones” secretas que deja en Palamós en 1543 para su hijo Felipe va describiendo a los principales personajes y cuando llega el turno del Conde de Osorno, dice de él que es listo y hábil. Con este concepto que tenía del conde su consejo no quedaría en saco roto.
La familia Manrique y en especial este matrimonio, habían mostrado siempre una gran lealtad a la corona y demostrándolo D. García en hechos como la toma de Navarra; poniéndose al lado de las tropas reales en Villalar y como presidente del Consejo de Órdenes para la de Santiago propuso una concordia entre Carlos y las Órdenes haciendo primar la fidelidad al rey sobre los intereses de su grupo.
Suponemos que su mujer Dña. María de Luna tuvo también a través de la emperatriz una importancia decisiva en este asunto. “La condesa Dña. María de Luna fue adornada, dice Salazar y Castro, de grandes virtudes”. Era hija de D. Álvaro de Luna, capitán de los continos o guardia cortesana y de Isabel de Bobadilla que sirvió de dama con su hermana Beatriz a Isabel la Católica. Pues ahora, y siguiendo la tradición familiar, María de Luna va entrar también como “dama de acompañamiento” con la emperatriz Isabel hasta la muerte de ésta. Era el cargo de mayor confianza y la prueba es que va actuar de madrina de la princesa Juana y de padrino el príncipe Felipe.
Por último, hay que resaltar también el papel desempeñado por sus hijos Pedro y Alonso Manrique de Lara, los cuales también sirven al Emperador. El primero como hombre de armas figura en el séquito como oficial de los continos y el segundo como maestresala, acompañándole a todos los lugares: coronación en Bolonia, cerco de Viena por los turcos, toma de Túnez, etc., hasta su abdicación en Bruselas y retiro en Yuste. Y, qué duda cabe, que una vez licenciado por el Emperador se quedaría en la casa-palacio de Pasarón para acompañar al Emperador en su retiro y seguir de esta forma ofreciéndole sus servicios. Su hermano Pedro, convertido ya en el IV Conde Osorno y II Señor de Pasarón, figura entre las personalidades que visitan al Emperador en Yuste.
[1] Si no lo hizo personalmente, fue su hijo Alonso, quien acompañó al emperador.