La leyenda de La Magdalena

de Pasarón de La Vera

Carlos V y Pasarón

LA VILLA DE PASARÓN Y SU CONTRIBUCIÓN A LA ELECCIÓN DE YUSTE POR EL EMPERADOR CARLOS V

por José Antonio Sánchez Prieto

La villa de Pasarón representada por los señores que ostentaron el señorío de este nombre no es solo una villa más en esta aportación sino podríamos decir que es una de las más señaladas en las ayudas a la construcción del monasterio y también decisiva en la elección del monasterio de Yuste como residencia del Emperador. Esta contribución va ligada a los señores de Pasarón, que son en definitiva quienes tenían el poder y los medios económicos para realizar esta contribución. Así pues, a la hora de explicar esta contribución la dividiremos en dos partes.

En la primera hablaremos de uno de los grandes benefactores del monasterio: el obispo D. Gómez de Solís y Toledo, hijo de la condesa y señora de Pasarón: Dña. Francisca Álvarez de Toledo, enterrados en el coro del monasterio y residentes ambos en Pasarón, en el viejo palacio, y también a temporadas D. Gómez en el monasterio, donde se hizo construir una casa para él y sus criados.

Y en la segunda, de la decisiva intervención en la elección del modesto monasterio jerónimo para retiro del Emperador, del conde de Osorno y primer señor de Pasarón de esta familia: D. Garci-Fernández Manrique de Lara, una vez construido el nuevo palacio de Pasarón adosado al antiguo y conocidas y experimentadas las bondades de estos lugares; así como la no menos decisiva aportación de su mujer. Dña. María de Luna y de sus hijos Pedro y Alonso todos al servicio de Carlos V y de su mujer Isabel de Portugal.

Como nota anecdótica, pero que ha quedado en el imaginario de las gentes de la comarca, hablaremos de la bella leyenda de los “amores de Jeromín” con Magdalena, una hija de los señores de Pasarón.

El gran benefactor del Monasterio de Yuste: el obispo D. Gómez de Solís y Toledo (1508-1521)

D. Gómez de Solís y Toledo, obispo de Plasencia entre los años 1508 y 1521, es uno de los personajes menos conocidos pero más decisivos no solo para la diócesis de Plasencia sino también para la obra del monasterio de Yuste. Pasaroniego de adopción ya que se crió durante algunos años en esta villa, y luego ya como obispo, su residencia la fijó definitivamente en la casa solariega de su familia o primitivo palacio de Pasarón y alternando a temporadas en el mismo monasterio de Yuste. De manera sucinta exponemos su biografía:

  1. Era hijo de D. Gutiérrez de Solís, primer conde de Coria y de Dña. Francisca Álvarez de Toledo, hija de los señores de Oropesa y que una vez despojados del señorío de Coria por las luchas habidas por la posesión del maestrazgo de Alcántara, residen en Pasarón, señorío que Dña. Francisca y sus hermanas heredan de su madre.
  2. Se cría entre Pasarón y Alba de Tormes al lado de su pariente Gutiérrez Álvarez de Toledo a quién sucedería en el obispado de Plasencia y se educan ambos con Fray Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel.
  3. Es llevado por Fray Hernando de Talavera a Granada una vez conquistada esta ciudad en 1492 y nombrado Fray Hernando arzobispo de ella, para la organización de la nueva iglesia en el antiguo reino moro y la conversión de los mudéjares. Allí se quedará como primer canónigo hasta la muerte de Fray Hernando en 1507 y luego como gobernador de la archidiócesis año y medio más, hasta que es nombrado obispo de Plasencia a finales del año 1508.
  4. Reside desde su llegada de Granada, como hemos dicho, en Pasarón junto con su madre, la cual fallece sobre 1510 y se traslada solo en caso muy necesario a Plasencia, donde ahora continúan a buen ritmo las obras de la nueva catedral. Donde sí lo hace a menudo es al monasterio de Yuste que dista de Pasarón unos trece kilómetros y en él se hace construir una casa para él y sus criados para poder pasar unas temporadas en él.
  5. Su salud se va deteriorando rápidamente por las fiebres palúdicas, endémicas en la zona, de las cuales sufre repetidamente. Aun así, en 1519 acompaña a la reina Leonor a Portugal y al producirse en 1520 la revuelta comunera en Coria se traslada a esta ciudad, débil y achacoso, para intentar sosegar los ánimos de los sublevados, seguramente llamado por el concejo y el cabildo de la ciudad, por el buen recuerdo que había dejado su padre como conde de Coria. Y en esta ciudad muere el 21 de enero de 1521. Según Edward Cooper fue asesinado, presuntamente, por los comuneros de Coria, aunque no hay datos que lo confirmen.
  6. Será enterrado en Yuste, junto con su madre, en el nuevo coro que él contribuyó a realizar.

La contribución de D. Gómez al Monasterio de Yuste

Según el cronista de Yuste, el padre Fray Luis de Santa María, que escribe su crónica en la segunda decena del siglo XVII, entre los grandes bienhechores del monasterio están en primer lugar los señores y condes de Oropesa, en especial D. Garci Álvarez de Toledo, bisabuelo de D. Gómez al que se debe entre otras cosas la fundación de Yuste como monasterio jerónimo y al que seguirán los siguientes señores como el conde D. Fernando de Toledo y su mujer, que prestan su contribución para la construcción de la nueva iglesia que se proyectaba y donde pensaban enterrarse; pero no se empezaría hasta 1508, año que comienza su obispado D. Gómez. Se convierte así en el nuevo gran benefactor del monasterio para la realización de la nueva iglesia de cantería. D. Gómez se sentía unido al monasterio no solo por la tradición familiar de sus parientes, los señores de Oropesa, sino también porque su madre Dña. Francisca quiso ser enterrada en Yuste para lo cual fundó dos capellanías de misas a la semana con una dote de 3.000 maravedís la una y la otra de 2.000 mrs., ambas sobre las rentas de juro que cobraba de las alcabalas de Cáceres.

Pero esta debilidad de D. Gómez para el monasterio de Yuste iría aún más lejos pues se hizo construir en la parte norte una casa para él y su servidumbre, lo que se denomina “casa del Obispo” para pasar temporadas en el mismo después de muerta su madre sobre 1510. Y como lo venían haciendo en Granada al lado de Fray Hernando de Talavera se sumaría seguramente al resto del claustro como un monje más, tanto en el rezo de las horas como en la comida.

Pero donde D. Gómez puso más empeño fue en la sillería del coro, que fue costeada por él en su mayor parte ya que iba a ser el lugar donde se enterraran él y su madre como nos dice Fray Luis de Santa María:

… de allí de Coria se traxo su cuerpo y se puso en su sepultura, adonde primero puso el de su madre y alrededor de la sepultura puso un letrero que decía: “Aquí yace Don Gómez de Toledo, Obispo de Plasencia, juntamente con doña Francisca de Toledo, condesa de Pasarón, su madre.

Desgraciadamente, con la intervención en la bóveda del coro por el arquitecto Valcárcel en los años cincuenta del pasado siglo, dicha losa ha desaparecido y de momento no se encuentra, pues algunas sepulturas fueron ubicadas en otros lugares.

También hay que mencionar otra obra costeada por D. Gómez hoy desaparecida: la ermita de Belén realizada en 1511 y situada en la parte oriental a unos 150 metros del monasterio. Hoy se conservan solo las losas, basas y restos de azulejería mudéjar y se gastó en ella 12.316 maravedíes.

Y por último hay que mencionar otras donaciones de D. Gómez como un “órgano de palo” en el coro y unos tapices para colgar en la iglesia y otras donaciones que hablan claramente de la debilidad del prelado placentino con el monasterio y sus gran generosidad.

Los señores de Pasarón: D. Garci-Fernández Manrique de Lara y su mujer María de Luna, decisivos para la elección de Yuste como retiro del Emperador

Podíamos preguntarnos, ¿por qué eligió el Emperador el modesto monasterio de Yuste para su última residencia?

Hasta ahora no hay datos documentales para esta respuesta. Sin embargo, la mayoría de los historiadores se inclinan especialmente por Luis de Ávila y Zúñiga, que se crió con él, le acompaña a todas partes y es en palabras del propio Emperador “testigo de mis pensamientos”. Era natural de Plasencia, donde tenía el llamado palacio de Mirabel. Si hay pocas dudas de esta influencia, ¿qué podremos decir del matrimonio de D. Garci-Fernández y su mujer María de Luna, que tenían tanta o más influencia por sus cargos que D. Luis de Ávila? Si este tenía su palacio en Plasencia, este matrimonio lo tenía en Pasarón a dos leguas del monasterio y lindante con él su señorío por Garganta la 0lla. Daremos algunas claves que nos servirán para acercarnos a la solución de este todavía no resuelto interrogante. Veamos de forma breve quienes eran estos dos personajes.

D. Garci-Fernández era el III Conde de Osorno, señor del ducado de Galisteo y primer señor de Pasarón, Torremenga y Garganta la Olla de esta familia desde 1531. Excepto en sus años mozos, en los que intervino en la toma de Navarra y en las de las Comunidades, el resto de su vida la pasó en la corte junto al Emperador formando parte de su Consejo de Estado y presidente del Consejo de la Orden de Santiago, y desde 1532 también presidente del Consejo de Indias, por fallecimiento de su titular García de Loaysa. Como miembro del Consejo de Estado asesoraba, en ausencia del Emperador, primero a la Emperatriz Dña. Isabel de Portugal y, muerta ésta, al príncipe Don Felipe, hasta su muerte ocurrida en 1546.

Dado que la corte no era estable en aquel tiempo les obligaba a trasladarse con ella, primero en Valladolid, donde disponía de una casa-palacio en la corredera de San Pablo; más tarde en Toledo y por último en Madrid en el viejo Alcázar. Es difícil encontrar una persona que ostentara tantos y tan importantes cargos. Aun así acompañó[1] al Emperador cuando acudió a Bolonia a coronarse emperador. De regreso de su viaje a Italia emprende la construcción de dos palacios renacentistas el de Galisteo, hoy desaparecido, y el de Pasarón, que se conserva prácticamente intacto. Este último, casi con la exclusiva finalidad de pasar las temporadas veraniegas en él, y para un posible retiro, pues estaba rodeado de jardines y en cuya decoración intervino también su esposa. Remodelaron el viejo palacio y añadieron otro cuerpo de tres alturas perpendicular al anterior más monumental y de sabor plenamente renacentista.

Lógicamente, al estar casi permanentemente junto al Emperador, excepto en sus ausencias, tendría ocasión de narrarle la belleza de estos lugares de La Vera, por entonces inundadas sus laderas de castaños, libres de momento de la enfermedad de la tinta, y de cuyo fruto vivían en gran parte sus habitantes, de robles, de toda clase de frutales, y de abundante caza; y de animarle a que eligiera este lugar, como él había hecho para su retiro y donde él y su mujer habían experimentado sus bondades desde su bello palacio pasaroniego, y puesto que el Emperador quería un monasterio jerónimo en esta zona solo existía de esta orden el de Yuste.

A D. Carlos, según sus propias declaraciones que hizo en Monzón en 1542 al embajador portugués, ya le vinieron los primeros deseos de retirarse del mundo en 1535 y este deseo se acentuó con la muerte de su esposa Isabel, pero como luego manifestó al referido embajador había aplazado su abdicación por la excesiva juventud del príncipe Felipe.

D. Carlos fue madurando esta idea y así vemos que en el año 1543 una comisión recorre, entre otros lugares, las tierras de Extremadura para encontrar el lugar más adecuado, buscando el clima más apacible y descartaron la baja Extremadura alegando que el clima era riguroso. Parece, aunque no hay constancia, que la decisión estaba ya predeterminada o decidida; pues no se vuelve a hablar del tema, hasta poco antes de su abdicación.

Para conocer el grado de influencia que el conde Osorno ejercía sobre el Emperador convendría saber primero a este respecto qué concepto tenía el Emperador de D. Garci-Fernández. En las “Instrucciones” secretas que deja en Palamós en 1543 para su hijo Felipe va describiendo a los principales personajes y cuando llega el turno del Conde de Osorno, dice de él que es listo y hábil. Con este concepto que tenía del conde su consejo no quedaría en saco roto.

La familia Manrique y en especial este matrimonio, habían mostrado siempre una gran lealtad a la corona y demostrándolo D. García en hechos como la toma de Navarra; poniéndose al lado de las tropas reales en Villalar y como presidente del Consejo de Órdenes para la de Santiago propuso una concordia entre Carlos y las Órdenes haciendo primar la fidelidad al rey sobre los intereses de su grupo.

Suponemos que su mujer Dña. María de Luna tuvo también a través de la emperatriz una importancia decisiva en este asunto. “La condesa Dha. María de Luna fue adornada, dice Salazar y Castro, de grandes virtudes”. Era hija de D. Álvaro de Luna, capitán de los continos o guardia cortesana y de Isabel de Bobadilla que sirvió de dama con su hermana Beatriz a Isabel la Católica. Pues ahora, y siguiendo la tradición familiar, María de Luna va entrar también como “dama de acompañamiento” con la emperatriz Isabel hasta la muerte de ésta. Era el cargo de mayor confianza y la prueba es que va actuar de madrina de la princesa

Juana y de padrino el príncipe Felipe. Por último, hay que resaltar también el papel desempeñado por sus hijos Pedro y Alonso Manrique de Lara, los cuales también sirven al Emperador. El primero como hombre de armas figura en el séquito como oficial de los continos y el segundo como maestresala, acompañándole a todos los lugares: coronación en Bolonia, cerco de Viena por los turcos, toma de Túnez, etc., hasta su abdicación en Bruselas y retiro en Yuste. Y, qué duda cabe, que una vez licenciado por el Emperador se quedaría en la casa-palacio de Pasarón para acompañar al Emperador en su retiro y seguir de esta forma ofreciéndole sus servicios. Su hermano Pedro, convertido ya en el IV Conde Osorno y II Señor de Pasarón, figura entre las personalidades que visitan al Emperador en Yuste.


[1] Si no lo hizo personalmente, fue su hijo Alonso, quien acompañó al emperador.

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